En el Antiguo Testamento, leemos el relato de cómo el pueblo de Israel se enfermó en el desierto (consulta Números 21,4–9). Siguiendo las instrucciones de Dios, Moisés alzó una serpiente de bronce y todos los que la miraron fueron curados. La Iglesia ha entendido que alzar la serpiente de bronce prefiguró a Jesús en lo alto de la Cruz. Mediante su Pasión, Muerte y Resurrección, Jesús cura a toda la familia humana. Cada uno de nosotros está llamado a abrazar la curación de Jesús recibiendo la gracia en los Sacramentos.
A lo largo de su vida en la Tierra, Jesús sanó a aquellos que estaban enfermos física y espiritualmente. Mateo nos dice:
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. – Mateo 9,35
En el Evangelio de Lucas, las personas acudían a Jesús con la esperanza de que los curara de sus varias dolencias (lee Lucas 4,40). Esta obra de Jesús invitaba a las personas a que vieran cuánto los amaba Dios y a que depositaran su confianza y fe en Él. Jesús también envió a sus discípulos a que continuaran su ministerio de curación en su nombre.
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. – Marcos 6,12–13
Hoy, la Iglesia continúa el ministerio de curación de Jesús mediante los Sacramentos de Curación, incluyendo la Unción de los Enfermos. Cualquiera que esté gravemente enfermo puede recibir el Sacramento de la Unción de los Enfermos. El Sacramento es especialmente importante para quienes están en peligro de muerte por enfermedad o edad avanzada.
Ministerio de los enfermos
Desde sus comienzos, la Iglesia se ha ocupado de los enfermos de manera especial. La Carta de Santiago en el Nuevo Testamento declara:
Si está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados. – Santiago 5,14–15
La Unción de los Enfermos puede recibirse cada vez que nos enfermamos gravemente. También podemos recibir este Sacramento más de una vez durante la misma enfermedad si nuestra salud empeora. También se anima a los que van a someterse a una cirugía para que reciban este Sacramento.
Rito de la Unción
En el Rito de la Unción, hay tres aspectos esenciales para la celebración del Sacramento: la oración de fe, la imposición de las manos y la unción con óleos. Solo el sacerdote es el ministro del Sacramento.
El óleo que se usa para ungir es bendecido por el obispo, o, si fuera necesario, por un sacerdote delegado. Por lo general, el sacerdote unge la frente y manos del enfermo, pero es posible ungir otras partes del cuerpo, si se considerara necesario.
La Iglesia utiliza óleos por sus poderes de curación naturales y porque la unción con óleos es relajante y reconfortante. El óleo es un signo de curación y representa la presencia reconfortante de Dios para la persona enferma. Cuando el sacerdote lo utiliza generosamente, la persona enferma puede experimentar mejor el signo de la presencia sanadora y fortalecedora del Espíritu Santo.
Mediante la celebración del Sacramento de la Unción de los Enfermos, la obra de curación de Cristo continúa hoy en el mundo. Su presencia sanadora ayuda a los enfermos y a los moribundos a hallar valor, fortaleza y esperanza.
Las gracias de la Santa Unción
En el Sacramento de la Unción de los Enfermos, recibimos muchas gracias. Algunas de las gracias importantes de este Sacramento son:
- Nuestros sufrimientos están unidos a los de Jesús, y en esta unión, hallamos fortaleza y consuelo, sabiendo que el Señor está con nosotros.
- Recibimos paz y fortaleza para enfrentar nuestros sufrimientos como un don del Espíritu Santo.
- Es posible que recuperemos nuestra salud, sin embargo, e igualmente importante, recibimos una curación espiritual por intercesión de la Iglesia.
- Podemos recibir el perdón de nuestros pecados si no podemos celebrar el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación.
- Cuando estamos muy enfermos, cerca de la muerte, nos preparamos para nuestro viaje final a la vida eterna.
Mediante la celebración del Sacramento de la Unción de los Enfermos, Cristo continúa su obra de curación entre nosotros. Tener a nuestra familia y amigos cercanos a nuestro lado cuando recibimos este Sacramento es beneficioso para experimentar el apoyo y el amor de toda la Iglesia. Con fe y confianza en Dios, podemos enfrentar nuestro sufrimiento ofreciéndolo como nuestro sacrificio, en imitación del sufrimiento de Cristo en la cruz.
¿De qué maneras trabaja tu parroquia con los enfermos? Habla con tus amigos acerca de cosas que tú y ellos pueden hacer para ayudar.
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